Una brisa inesperada se coló por la pequeña abertura en la ventanilla del auto y estremeció mis nalgas desnudas mientras embestía el culo de Casimira Casimiro. El estremecimiento repentino cayó como un balde de agua helada sobre los 5 minutos, y contando, de morbo previamente pagado. Casimiro Casimira se percató en el acto y soltó un falsete de placer agónico para devolverme el calor que había perdido. Minutos después me fumo un cigarrillo mientras Casimira Casimiro arregla las piezas de silicona que salieron del sostén. Entre bocanadas de desahogo me cuestiono extasiado cómo estos 3 mililitros, que acabo de perder, se sienten como 5 kilogramos removidos de mi pecho y espalda.
De vuelta en la avenida libertador, dejo a Casimiro Casimira en las aceras de los encuentros furtivos. Conduzco deprisa por la Guarenas Guatire hasta llegar a mi casa, donde soy recibido por el sermón eterno de Ana María por haber olvidado comprar un kilo de queso duro para rellenar las arepas del desayuno de mañana.
Al día siguiente mientras engullo mis escuálidas arepas con unas incipientes partículas de margarina -mea culpa-, recibo otro de los sermones perennes de Ana María; el tema central: “¿¡dónde demonios tienes la cabeza!?”.
Supongo que Casimiro/a Casimiro/a debe ser un travesti de los de Avenida Libertador. Si no es así, podría ser una prostituta que ocupa la cabeza del protagonista de tu cuento.
Original y con buena factura.
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En efecto, el personaje de Casimira Casimiro es un trevestis. Gracias por leerme, Lucía. Un abrazo.
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Muy bueno jajaja me sorprendió
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Gracias. Que que bueno que te gustó.
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