le pertenezco
a la nada
solo en ella
escucho mi voz
solo allí
son libres mis palabras
le pertenezco
a la nada
solo en ella
escucho mi voz
solo allí
son libres mis palabras
no existe el
«el felices por siempre”
existe la felicidad
que viene y va
que viene y va
si somos persistentes
si nos aferramos a sus instantes
y los mantenemos en el tiempo
entonces gobernaremos nuestras vidas
y el “felices por siempre”
sonará un poco más preciso
tal vez
encuentre paz
después del ocaso
tal vez
la felicidad se oculta
tras la última
gota de agonía
ella me extendía
en el vaivén de sus caderas
se presionaba en la oscuridad
para degustar el pálpito
la deleitaba mi rigidez
sin percibir siquiera
mi cadáver enfriando
su entrepierna
la piel me aprisiona
los huesos me pesan
el corazón retumba
en los rincones de mi nombre
cierro los ojos
para penetrar la jaula
para escuchar los susurros del alma
y es ahí
en ausencia de dios
en el claustro de mi conciencia
cuando comprendo
el lenguaje de la vida
cierro los ojos
la piel
los huesos
y el corazón desplazados
y es ahí
sin pasos en falso
entre el negro y el blanco
cuando encuentro paz
llegaste
con el amor en los labios
y los sueños en la piel
prometiste eternidad
y nos arrojamos al vacío
sin conocer la caída
pero es ahora
cuando el vértigo me invade
llega el momento
de comprender los errores
y la eternidad
se viste de amenaza
es ahora
cuando veo la verdad
llega el momento
de descubrir que
hay presencias más dolorosas
que sus propias ausencias
cuántas bocas debo besar
para probar tus labios
cuántos versos hacen falta
para que recibas mis palabras
cuántos sueños deben morir
para dormir en tus brazos
cuánta vida debo gastar
para que seamos felices
aguardo
mientras tanto
escribo poesía
sentimos apetito de marketing
tenemos necesidades de marketing
poseemos defectos de marketing
todo con soluciones negociables
herederos del dogma comercial
vivimos bajo el credo de la industria
Ante la incertidumbre
no necesito
abrazar una mentira.
Conozco mis opciones:
articular mis puños,
o ceder a la inercia.
Levántate,
aún queda espacio
para otro golpe.
Levántate,
aún corre sangre por tus venas,
y esta batalla se lucha
hasta la última gota.
Lo sé;
el peso es grande
y la soledad te invade;
tus cavernas profundas
y la oscuridad socava;
el aire espeso
y los pulmones flaquean,
pero eres reflejo de tu voluntad,
y la tregua un credo que no profesas.
Levántate…
Lucha…
El destino es escrito
por los que nunca se rinden.