ENCUENTRO

Llegó…
con el deseo de ser mía.
Até sus impulsos para degustar
cada centímetro de piel,
cada gota de deseo,
cada partícula de su escencia.
Para así penetrar sus fantasías,
y diluir hasta mi último suspiro
por cada rincón de su alma.

evidencia

veo tus formas

y me descubro primitivo

degusto

cada gota de tus deseos

anhelo

el vaivén de tus fantasías

no hay camino más puro

que el recorrido de tu piel

no hay llamado más fuerte

que la promesa de tu vientre

mi cuerpo anticipa

la tentación de tu presencia

mis ganas crecen

hasta dejarme en evidencia

pechos de invierno

la fiebre del querer toca mi centro

hoy desvarío y busco tu cuerpo

necesito el dulzor de tu boca

el calor de tu sexo

necesito la mirada desnuda

de tus pechos de invierno

perennes y firmes montañas

para escaparme del tiempo

desarma tu orgullo

y satisfaz mi deseo

de consumar en tu alma

mis ganas y anhelos

de ladear mi dolor

y desembocar en tus sueños

la obscenidad de mi carne

en el fulgor de tu cielo

entrégate porque yo lo quiero

despréndete de tus misterios

corrompe tus valores y fundamentos

y permite que profane tus pensamientos

HIJOS DE LA MISMA TIERRA

A Lara Bezerra.

Al volver la mirada,

cuando la nostalgia embargue tus ojos.

Cuando digas amor y a pesar de la distancia

te descubras en el abrigo de nuestra estela.

En ese instante tocarás nuestra hermandad,

en ese instante abrazarás nuestro nexo,

y llevarás mi bandera en tu pecho;

amarilla en la calidez del alma,

azul en la armonía del tiempo,

roja en la pasión de los recuerdos.

Y lo sabrás… en cada sonrisa,

en cada abrazo, con cada aliento;

que somos uno,

que somos hermanos del mismo vientre,

que somos hijos de la misma tierra.


A mi querida trotamundos.

Mucho éxito en tu nueva aventura.

EL SUICIDA

…el vacío en su alma era demasiado desgarrador para continuar intentándolo. Quitó el anillo de su dedo y lo ubicó junto a un trozo de papel que yacía intacto sobre la mesa de noche desde hacía más de una semana. Subió a la azotea, aún en pijamas, y se suspendió en el borde para contemplar sus dedos acariciando el vacío. Cerró los ojos, extendió los brazos, y la ausencia en su pecho le indicó que, por primera vez, tenía el control de su destino. Se dejó caer en las manos de Newton y la gravitación universal. La vida no pasó ante sus ojos, no hubo redención, no encontró la libertad ni el control efímero de hace unos​ instantes; solo el terror, solo la precipitación en alianza con el pánico para desdibujar su rostro. Sumido en la impotencia del arrepentimiento emitió un grito sordo para terminar despertando envuelto en las sábanas del dormitorio. Fue por un vaso con agua para despejar la mente, para diluir el miedo. Al entrar de nuevo en la habitación las reflexiones yacían​ en el olvido.

A la mañana siguiente el vacío en su alma era demasiado desgarrador para continuar intentándolo. Quitó el anillo de su dedo y lo colocó junto a un​  trozo de papel…


AMOR A PRIMERA VISTA

Despertó a las 6:00 a.m. como todos los días. Tomó una ducha, se vistió, desayunó y como todos los días caminó al subterráneo para subir al tren.  Vió  las estaciones pasar por la ventana y con la tranquilidad de su cotidianidad detalló a los demás pasajeros, a la anciana envuelta en quejas y aferrada a su bastón, al ejecutivo silencioso absorto en su móvil, a las colegialas risueñas sumidas en su parloteo, a la chica de cabello castaño devorando un libro con sus ojos miel envueltos en anteojos de pasta negra… ella acaparó la totalidad de su atención, desapareció la anciana de traje, se esfumó el ejecutivo y su bastón, se diluyó el parloteo de los jugadores de fútbol, ella era el único habitante de su mirada. Comprendió la expresión “amor a primera vista”  y este crecía a medida que  la construía y deconstruía, que la habitaba y deshabitaba en todos los tiempos verbales de su diccionario personal.  Poseía una apariencia intelectual, y con una copia “Ser y tiempo” entre sus dedos se prestaba a la promiscuidad en el debatir de las ideas. Si tan solo se fijara en él, si apartara los ojos de la lectura para cruzarlos con los suyos, y él le diría –hola, ¿como te llamas?- o –me encanta Heidegger- e iniciarían una conversación como si se conocieran desde siempre, saldrían juntos, se harían novios, en su primer aniversario le pediría matrimonio, serían felices  y en los ratos libres leerían juntos a Heidegger, a Hegel, a Platón, a Descartes. Pero no, porque ella no lo miraba, pasaba las estaciones absorta en su libro y en cualquier momento uno de los dos tendría que bajar del tren, sería el adiós, el hasta nunca, el remordimiento de no haber actuado como su imaginación le dictaba. Pero no podía apartar los ojos de ella, y le decía en sus pensamientos –mírame, mírame-  y faltaban tres estaciones para su destino, dos estaciones, una estación, ella apartó el libro y miró por la ventana como si buscase algo que le indicara en qué estación se encontraba, y él dijo –estamos en la estación Chacao-  y ella lo miró con los hermosos ojos miel detrás de los cristales, su corazón rebosaba mientras ella esbozó una sonrisa. Y de repente, en la cúspide de su fantasías realizadas, en la cima de lo improbable, una mancha atroz asomaba en la tan esperada sonrisa, tal vez un trozo de comida, o una caries, tinta quizás; y lo único que podía ver era esa pequeña mancha que se convertía a sí misma en el punto focal de todo su rostro, de todo su ser… y los ojos cafés eran un tanto opacos, su belleza era más bien corriente, su intelecto era tal vez pedantería. Llegó a su estación de destino y bajó del tren absorto en el parloteo de las colegialas risueñas.