ENCUENTRO

Llegó…
con el deseo de ser mía.
Até sus impulsos para degustar
cada centímetro de piel,
cada gota de deseo,
cada partícula de su escencia.
Para así penetrar sus fantasías,
y diluir hasta mi último suspiro
por cada rincón de su alma.

he amado

he amado tanto

que mi pecho reciente

los atisbo del amor

y la arritmia en mi corazón

lleva varios nombres propios

he amado tanto

que mi lengua

se desconectó de mi alma

y en mi entrepierna

solo gobierna el deseo

he amado tanto

que el amor no me seduce

me aterran las flores

y las mariposas sobre el ombligo

me revuelven el estómago

he amado tanto

que el amor ya no tiene sentido

como esas palabras

que caducan en el aire

de tanto pronunciarse

he amado tanto

que me encuentro desgastado

con pasos temblorosos

y un ligero sabor

a derrota en los labios

he amado tanto

y aun así

mis sueños persisten

en seguir intentándolo

DESPEDIDA

A ras del suelo te ubico,

así…

queda,

resignada,

casi imperceptible,

extinguiéndote al ritmo del suspiro.

Ya no eres de este mundo.

Sólo queda el eco de tu canción,

el murmullo de un mantra moribundo.

Sólo queda una palabra cautiva;

prisionera del alma.

Sólo quedo yo para recordar,

rindiéndote homenaje

en un trozo de papel.

A ras del suelo te ubico

y se cierra el pasado.

A ras del suelo te ubico

mientras se quiebra el presente.

A ras del suelo te ubico

y se reescribe mi futuro.

A ras del suelo…

Para decir adiós,

Soledad.


EL SUICIDA

…el vacío en su alma era demasiado desgarrador para continuar intentándolo. Quitó el anillo de su dedo y lo ubicó junto a un trozo de papel que yacía intacto sobre la mesa de noche desde hacía más de una semana. Subió a la azotea, aún en pijamas, y se suspendió en el borde para contemplar sus dedos acariciando el vacío. Cerró los ojos, extendió los brazos, y la ausencia en su pecho le indicó que, por primera vez, tenía el control de su destino. Se dejó caer en las manos de Newton y la gravitación universal. La vida no pasó ante sus ojos, no hubo redención, no encontró la libertad ni el control efímero de hace unos​ instantes; solo el terror, solo la precipitación en alianza con el pánico para desdibujar su rostro. Sumido en la impotencia del arrepentimiento emitió un grito sordo para terminar despertando envuelto en las sábanas del dormitorio. Fue por un vaso con agua para despejar la mente, para diluir el miedo. Al entrar de nuevo en la habitación las reflexiones yacían​ en el olvido.

A la mañana siguiente el vacío en su alma era demasiado desgarrador para continuar intentándolo. Quitó el anillo de su dedo y lo colocó junto a un​  trozo de papel…


SALARIO

María torneo los labios para recibir la concupiscencia, mostró los muslos para comerciar el placer, apretó los dientes para sobrellevar la necesidad. No recuerda en qué momento perdió la cuenta, en cuál instante adquirió la rutina y se convirtió en una asalariada más.