Solemos pensar que el amor de nuestras vidas existe, que aguarda en algún lugar, y debemos hallarlo si queremos alcanzar la verdadera felicidad. La realidad es que no… no existe, o por lo menos no lo hace hasta tomar la forma que delimitan nuestras manos.
El amor de la vida es forjado, como lo indica su nombre, durante días y noches, entre caídas y heridas, en el resurgir tras los tropiezos, en el transcurrir de nuestras vidas.
Muy bonito, enhorabuena!!
PD: te invito a conocer mis poemas, me encantaría contar con tu opinión. Gracias!!
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Bien dicho, amigo Albert.
Pero permíteme una apostilla:
El amor de la vida finaliza cuando se acaba la vida, o cuando muere el amor: entonces se puede empezar una nueva vida o un nuevo amor.
Saludos.
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Solo nos damos cuenta que fue el amor de nuestras vidas cuando lo perdemos .
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Bien dicho Albert. ¡Sí señor!
Un abrazo
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Muchas gracias, Alvaro. Otro para ti.
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Muy bonita reflexión. 🙂
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Me encanta, yo pienso que el amor de nuestras vidas es aquel que se mantiene a través de ella, solo al final de nuestros días lo sabremos, antes son solo especulaciones.
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Hermosa tu manera de verlo. Muchas gracias por tu comentario. Te envío un fuerte abrazo. 😉
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